No transcurrió mucho tiempo desde que el cliente pidiera información, hasta que me enviara por correo electrónico el material de estudio: informe pericial caligráfico de la parte demandante, dos firmas dubitadas, y tres firmas indubitadas.

El primer paso por mi parte, fue realizar un análisis comparativo de firmas, para posteriormente estudiar el informe presentado por la parte contraria, del que hay que comentar, que se trataba de un trabajo muy común; completo, convincente ante un tribunal, pero escasamente didáctico.

Por otro lado hay que recalcar que la conclusión fue la equivocada, pero desde el punto de vista técnico, es necesario reconocer que ni ella ni yo contábamos con el mismo material de estudio, factor que se convirtió en elemental para inclinar la balanza del procedimiento.

Llegado el juicio, y tras la comparecencia de las partes, ambos peritos tuvimos que confrontar nuestras opiniones en un careo. Yo solo planteé la cuestión del material estudiado, lo que hizo que ganara mi informe el procedimiento; pues aunque conté con un repertorio de grafismos indubitados muy reducido en comparación con la parte contraria, yo estudié la firma del DNI, coincidente en los aspectos claves con las muestras dubitadas, y muy diferente al cuerpo de escritura
Es fácil deducir que la autora del informe previo, considerara que dieciocho firmas de un cuerpo de escritura eran más que suficientes, pero los que contamos con un poco de experiencia, sabemos que si a una persona no la interesa someterse a una prueba, tenderá a falsearla.

Hace pocos días, una compañera me dijo que su forma de proceder en este tipo de casos, consistía en realizar un estudio en base al trabajo del perito de la otra parte, para que el cliente lo aportara al juzgado. Desde mi punto de vista esta es una manera de actuar subjetiva, una debilidad que lo único que permitirá es prolongar una batalla para posteriormente perderla casi con toda probabilidad.